lunes, 22 de noviembre de 2010

TRABAJO FINAL

Dentro de su habitación el calor invadía el ambiente, mientras la luna se perdía entre una fuerte tormenta en el exterior. Juan solía ponerse nervioso en los días de tormenta. Sus ojos comenzaban a parpadear rápidamente demostrando sus nervios. Sus manos comenzaban a temblar a pesar de estar atadas a su espalda, dándole el aspecto de inseguridad que lo caracterizaba. Su rostro empalideció y comenzó a vagar en sus pensamientos, dejando una escena muda. El calor y los nervios lo estaban ahogando, y su transpiración manchaba el color blanco de su remera.
María, que recién llegaba de su hogar, lo observaba detenidamente. Se quitó su tapado que combinaba con el collar que llevaba, que se lo había heredado de su  madre. Sus zapatos estaban mojados por la lluvia, al igual que su pelo, que estaba atado con un broche que lo sujetaba débilmente y provocaba que algunos cabellos marrones cubrieran su cara. Pero a pesar de su desprolijidad, conservaba la belleza que la caracteriza, al igual que su serenidad.
Ella corrió a abrazarlo, envolviendo su cuello con sus brazos, pero no obtuvo respuesta de éste. El parecía una estatua, pálido y duro permanecía en los brazos de María. Ella lo soltó y observó sus ojos, pero estaban perdidos y parecían descoloridos. Volvió a abrazarlo tan fuerte que consiguió una respuesta de éste; la mira a los ojos y vuelve en si, se pega a su cuerpo y luego de unos instantes vuelve a palidecer y a endurecerse. Las cosas no estaban bien esta vez.
Juan llevaba internado más de una año, sufría ataques de pánico, pero en los últimos días actuaba medio extraño debido a sus ansias de volver a su hogar. Pero hasta que no terminara de curarse el no podría volver, pero eso era algo que el no entendía.
Su internación se debió a que luego de asesinar a su familia rociándolos con nafta y quemándolos vivos, quedó en un estado de shock que no le permitía ser encarcelado.
Sólo se entrego a la policía y ellos fueron los que lo llevaron al internado.
Luego de abrazarlo por segunda vez y notar que él se encontraba perdido, María decidió acostarlo sobre la cama que se encontraba en el rincón junto a la ventana. Fue por las pastillas, que se encontraban en el otro extremo de la habitación, y  notó que él no había tomado, y al voltearse para dárselas, él no se encontraba en la cama. Con su mirada recorrió la habitación y no logró encontrarlo. Caminó lentamente hacia la cama y se agachó para observar debajo de ella. Una vez en el suelo levantó lentamente las sábanas y en ese instante saltó por debajo Juan, que se había logrado escapar de sus ataduras, y la desmayó de un golpe.
Mientras agonizaba por el golpe, sentía inmóviles sus brazos, y una gran presión en su espalda que por momentos la incomodaba demasiado. Por su mente corrían gran cantidad de pensamientos sin sentido, y hacía fuerza para conseguir abrir sus ojos pero no lo lograba. Ya comenzaba a incomodarse y cada vez se sentía mas consiente, pero no lograba recuperar su vista y se sentía cada vez mas incomoda. Sentía que llevaba una eternidad ahí atada, hasta que escucho la voz de Juan. Él le dijo: sha creo que te diespertassste. Ahora vosjpkl vas a ver lo que se siente vivirrrrrr acckkc… hace dosss minutos que te tengo acááá y ya quiero que sufras…
Podía verse como Juan arrastraba y equivocaba las palabras debido a su estado.
María se desesperó al verse sujeta al chaleco de fuerza de Juan y comenzó a llorar. Ella no sabía que iba a morir.
Él tomó un pequeño trozo de azulejo que se había desprendido de la pared, se acercó a María y comenzó a observar el resto de su cuerpo que se encontraba desnudo debido a que la camisa de fuerza no lograba cubrirlo. Con el azulejo, el cual tenía una afilada punta, comenzó a cortar el cuerpo de María. Los gritos de ella podían rebotaban por toda la habitación. Su llanto iva perdiendo fuerza a medida que él dejaba de cortarla por unos segundos. Una vez que ya tenía todas las piernas lastimadas, Juan comenzó a destrozar el bello rostro de la joven, dejando luego de unos instantes, solo un cadáver de una mujer sin rostro, bañado en sangre. Luego de semejante hazaña, Juan se dedicó a violar el cuerpo sin vida de María, y en un estado de agonía y placer, él parecía feliz y gozoso. Lo único que le quedaba era esperar a que llegara la hora del desayuno y, cuando las enfermera le trajera la comida, asesinarla y escapar hacia una libertad incierta, pero deseada. El plan que hace un año venía planeando se había concretado, y era hora de disfrutar el triunfo. La libertad había llegado a él.

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