lunes, 22 de noviembre de 2010

TRABAJO FINAL

Dentro de su habitación el calor invadía el ambiente, mientras la luna se perdía entre una fuerte tormenta en el exterior. Juan solía ponerse nervioso en los días de tormenta. Sus ojos comenzaban a parpadear rápidamente demostrando sus nervios. Sus manos comenzaban a temblar a pesar de estar atadas a su espalda, dándole el aspecto de inseguridad que lo caracterizaba. Su rostro empalideció y comenzó a vagar en sus pensamientos, dejando una escena muda. El calor y los nervios lo estaban ahogando, y su transpiración manchaba el color blanco de su remera.
María, que recién llegaba de su hogar, lo observaba detenidamente. Se quitó su tapado que combinaba con el collar que llevaba, que se lo había heredado de su  madre. Sus zapatos estaban mojados por la lluvia, al igual que su pelo, que estaba atado con un broche que lo sujetaba débilmente y provocaba que algunos cabellos marrones cubrieran su cara. Pero a pesar de su desprolijidad, conservaba la belleza que la caracteriza, al igual que su serenidad.
Ella corrió a abrazarlo, envolviendo su cuello con sus brazos, pero no obtuvo respuesta de éste. El parecía una estatua, pálido y duro permanecía en los brazos de María. Ella lo soltó y observó sus ojos, pero estaban perdidos y parecían descoloridos. Volvió a abrazarlo tan fuerte que consiguió una respuesta de éste; la mira a los ojos y vuelve en si, se pega a su cuerpo y luego de unos instantes vuelve a palidecer y a endurecerse. Las cosas no estaban bien esta vez.
Juan llevaba internado más de una año, sufría ataques de pánico, pero en los últimos días actuaba medio extraño debido a sus ansias de volver a su hogar. Pero hasta que no terminara de curarse el no podría volver, pero eso era algo que el no entendía.
Su internación se debió a que luego de asesinar a su familia rociándolos con nafta y quemándolos vivos, quedó en un estado de shock que no le permitía ser encarcelado.
Sólo se entrego a la policía y ellos fueron los que lo llevaron al internado.
Luego de abrazarlo por segunda vez y notar que él se encontraba perdido, María decidió acostarlo sobre la cama que se encontraba en el rincón junto a la ventana. Fue por las pastillas, que se encontraban en el otro extremo de la habitación, y  notó que él no había tomado, y al voltearse para dárselas, él no se encontraba en la cama. Con su mirada recorrió la habitación y no logró encontrarlo. Caminó lentamente hacia la cama y se agachó para observar debajo de ella. Una vez en el suelo levantó lentamente las sábanas y en ese instante saltó por debajo Juan, que se había logrado escapar de sus ataduras, y la desmayó de un golpe.
Mientras agonizaba por el golpe, sentía inmóviles sus brazos, y una gran presión en su espalda que por momentos la incomodaba demasiado. Por su mente corrían gran cantidad de pensamientos sin sentido, y hacía fuerza para conseguir abrir sus ojos pero no lo lograba. Ya comenzaba a incomodarse y cada vez se sentía mas consiente, pero no lograba recuperar su vista y se sentía cada vez mas incomoda. Sentía que llevaba una eternidad ahí atada, hasta que escucho la voz de Juan. Él le dijo: sha creo que te diespertassste. Ahora vosjpkl vas a ver lo que se siente vivirrrrrr acckkc… hace dosss minutos que te tengo acááá y ya quiero que sufras…
Podía verse como Juan arrastraba y equivocaba las palabras debido a su estado.
María se desesperó al verse sujeta al chaleco de fuerza de Juan y comenzó a llorar. Ella no sabía que iba a morir.
Él tomó un pequeño trozo de azulejo que se había desprendido de la pared, se acercó a María y comenzó a observar el resto de su cuerpo que se encontraba desnudo debido a que la camisa de fuerza no lograba cubrirlo. Con el azulejo, el cual tenía una afilada punta, comenzó a cortar el cuerpo de María. Los gritos de ella podían rebotaban por toda la habitación. Su llanto iva perdiendo fuerza a medida que él dejaba de cortarla por unos segundos. Una vez que ya tenía todas las piernas lastimadas, Juan comenzó a destrozar el bello rostro de la joven, dejando luego de unos instantes, solo un cadáver de una mujer sin rostro, bañado en sangre. Luego de semejante hazaña, Juan se dedicó a violar el cuerpo sin vida de María, y en un estado de agonía y placer, él parecía feliz y gozoso. Lo único que le quedaba era esperar a que llegara la hora del desayuno y, cuando las enfermera le trajera la comida, asesinarla y escapar hacia una libertad incierta, pero deseada. El plan que hace un año venía planeando se había concretado, y era hora de disfrutar el triunfo. La libertad había llegado a él.

Marco-personajes-secuencia

  1. A pesar de ser una noche de invierno, era calurosa como muy pocas.
  Mientras me acercaba a beber algo, notaba que mi pantalón estaba manchado.
  Llevaba puesto un jean de color verdoso y azulado que combinaba con las
  inscripciones de mi remera. Esta era de color azul marino, tirando más al
  negro, que me había regalado mi abuela cuando llego de Francia junto con un
  reloj, que también llevaba puesto en esa ocasión. Llevaba unas zapatillas
  color rojas que llamaban mucho la atención a pesar de estar oscuro. Recuerdo
  que mi cabello era ondulado y tenía un corto intermedio.

  Esa noche conocí  a Marcos. Solía esquivarme la mirada, y charlaba con
  sus amigos acerca de temas que no podía escuchar a causa de la música.
  Parecía agradable por su forma de expresarse, aunque indeciso, en algunas
  ocasiones, por su forma  esquiva de expresar sus ideas. Llevaba unas gafas
  que lo hacían ver ridículo, pero algo en el me atraía. Sus movimientos
  sutiles lo mostraban como una persona paciente, y su forma delicada al
  hablar le daba cierta belleza sutil. Todo en el me agradaba.

 1. Dentro de su habitación el calor invadía el ambiente, mientras la luna
  se perdía entre una fuerte tormenta en el exterior. Juan solía ponerse
  nervioso en los días de tormenta. Sus ojos comenzaban a parpadear
  rápidamente indicando que se encontraba nervioso. Sus manos comenzaban a
  temblar a pesar de estar atadas a su espalda, dándole el aspecto de
  inseguridad que lo caracterizaba. Su rostro empalideció y comenzó a vagar en
  sus pensamientos, dejando una escena muda. El calor y los nervios lo estaban
  ahogando. Su transpiración manchaba el color blanco de su remera.

  María, que recién llegaba de su hogar, lo observaba detenidamente. Se
  quitó su tapado que combinaba con el collar que llevaba, que se lo había
  heredado de su  madre. Sus zapatos estaban mojados por la lluvia, al igual
  que su pelo, que estaba atado con un broche que lo sujetaba débilmente y
  provocaba que algunos cabellos marrones cubrieran su cara. Pero a pesar de
  su desprolijidad, conservaba la belleza que la caracteriza, al igual que su
  serenidad.

  Ella corrió a abrazarlo, envolviendo su cuello con sus brazos, pero no
  obtuvo respuesta de éste. El parecía una estatua, pálido y duro permanecía
  en los brazos de María. Ella lo suelta y observa sus ojos, pero estaban
  perdidos y parecían descoloridos. Vuelve a abrazarlo tan fuerte que consigue
  la respuesta de éste; la mira a los ojos y vuelve en si, se pega a su cuerpo
  y luego de unos instantes vuelve a palidecer y a endurecerse. Las cosas no
  estaban bien esta vez.


  1. La ciudad de La Plata se ahogaba en el aroma primaveral que cubría las
  calles y el viento que azotaba a los árboles con cierta delicadeza, que me
  recordaba a los veranos de mi infancia. Recuerdo que mi papa solía abrazarme
  con su traje de marinero y su perfume penetraba en mi nariz de tal manera
  que provocaban en mi millones de imágenes. El siempre vestía de blanco y
  azul, con un sombrero que cubría su negra cabellera, y su cuerpo, duramente
  trabajado, estaba cubierto con su traje que llevaba con gran orgullo. En sus
  manos siempre era visible la alianza que lo unía a mi madre, y en sus ojos
  se vislumbraba la aventura.

  Yo sujetaba su cuello obligándolo a  abrazarme muy fuerte. Tartamudeaba
  al         saber que se iría nuevamente, y mi mirada perdía cuando se
  hablaba del tema. Mi inmadurez me impedía llevar a cabo mis ideas, pero lo
  intentaba de todos modos. Solo me quedaba esperar ver en mi cara el disfrute
  de saber que no lo perdería más.


  1. Era la medianoche del 31 de diciembre del año 2046 en Pekín, China. Yo
  estaba solo en la ciudad, tirado en un banco de la plaza, medio dormido.
  Estaba cansado de que todos me miraran de mala manera, como si yo tuviera la
  culpa de no tener ni un hogar ni una familia. Las cosas se habían dado así,
  y no me quejaba. Esa noche conocí a una señora. Ella venía caminando por la
  plaza muy tranquila, estaba muy abrigada y llevaba puestas muchas joyas que
  ostentaba con orgullo. Tenía un ridículo peinado de peluquería, que
  ensanchaba se cara y le hacía semejarse a un sapo. Era de contextura grande,
  pero no podía decirse que era gorda. De pronto me vio tirado en el banco, y
  su expresión cambió por completo.* *Parecía reconocerme. En cuanto me
  vio, se acercó corriendo a mi lado, me incorporó y me dio un fuerte abrazo.
  Me asombró muchísimo, pero viviendo en la calle ya me había acostumbrado a
  ese tipo de situaciones extrañas, por lo que yo también la abrasé. Luego se
  despegó, me miró a los ojos, y me dijo que yo era su hijo


 1. Era el 3 de Enero de 2010 y la ciudad de Buenos Aires estaba llena de
  gente, y el calor agobiaba a la multitud. Caminando por la calle, yendo al
  trabajo se encontraba Martín, un joven empresario con ansias de poder y
  dinero, que deseaba quedarse con la compañía automotriz de su padre, una
  empresa que movía muchísimo dinero. Martín se olvidaba cada vez más de su
  mujer y sus hijos, y pensaba cada vez más en su futuro y en  su herencia. De
  pronto, se chocó con una mujer anciana, de pelo completamente blanco y unas
  profundas arrugas en su rostro.


  1. Las hojas de los árboles caían lentamente en la mañana de otoño. Juan
  estaba sentado en un bar, tomando un café y leyendo el diario de la ciudad.
  Sin embargo, se notaba que estaba pensando en otra cosa. Y no solo eso, su
  expresión denotaba maldad, como si estuviera planeando un maligno plan para
  destruir a alguien. Sus ojos pequeños brillaban de ira cada vez más, y su
  entusiasmo iba en aumento. Al reto llegó un hombre mal vestido, con harapos
  y ropa sucia. Tenía un olor horrible y sus dientes no  podían ser más
  amarillos. El hombre se sentó con Juan, quien lo miró con mucho desprecio

Eya tomó ls pincls

Eya tomó ls pincls i comnzó a dsparramr la pntura sobre el bstidor. Primro
tomó  el colr amarllo i lo mezcló con el rjo, formando así un narnja muy
clrito, que pso en el lienzo de mnera apurada, como si algien le solicitara
qe trmine el trabjo lo ants posble. Luego mditó un rato, hasta que agrró el
pomo de colr vrde i lo puso sobre su paleta, i sigió pnsndo. Pr lo visto,
decidió que era el momnto de continuar, porqe comenzó a hacr todo de manra
más aprada que antes. Tomba los colors con vlocidad i violencia i los
dsparramaba sobre su cuadro. Así estvo más de ds hras, hsta que dio pr
fnalzada la obra. Un hrmoso paisje llno de vrdes se podían vr en el bstidor
y una cra de inmnsa flicidad en ella. La obra hbía tnido buens frutos y al
fn él iba a djar de mlestarla con la realizacón d la misma.

Tiempo interno

Juan, ya cansado de tanto caminar por los pasillos del hospital, decidió sentarse en un banco que se encontraba cerca de una escalera que conducía al primer piso, a descansar mientras esperaba los resultados de los análisis que confirmarían si verdaderamente era el padre de Marco. Eran las siete y veintisiete, pero ya le habían avisado que los resultados estarían justo para siete y media, a la hora en la que el médico de guardia podría entregárselos.
Imaginó todo lo que podría pasar si “su hijo” se enterase que verdaderamente el no era su padre y que todos los momentos que pasaron fueron una gran mentira. Eso revoloteaba en su mente sin poder entender como esto podría estar pasándole. Decidió distraerse observando a la gente mientras esperaba esos dos minutos que faltaban para saber la verdad. Imaginaba el universo en el que vivía cada uno de los que pasaban por su mirada. El intentaba remediar su angustia pensando en los problemas de los demás para así olvidar el suyo. Imaginaba a cada persona en su misma situación, en el momento en el que le dieran los resultados, en el momento en que se enterasen de que todo era una mentira y en el momento en que sus hijos se enteraran que no era su verdadero padre. Las ideas por momentos lo ahogaban y lo conducían a más
pensamientos; era como un laberinto sin final, donde los segundos lo tenían prisionero y no lo dejaban escapar. Pero comenzó a sentir que verdaderamente no quería escapar de ahí, por temor quizás, aunque no estaba seguro. Decidió recorrer el laberinto y ver si por casualidad encontraba la salida, aunque verdaderamente no era eso lo que en realidad buscaba.


Sentía que ya llevaba un año sin encontrar la salida y comenzaba a agotarse. Sabía que fuera de él lo esperaba la verdad que podría cambiar tanto la vida de su hijo como la suya. Entonces recobro fuerzas y comenzó a buscar la salida sin descanso, escapando a los fantasmas que lo persuadían para que no salga, pero su fuerza para encontrar la verdad lo alentaba a seguir.


Dos meses más le llevo encontrar la salida. Cuando encontró la puerta que lo conducía a la verdad, el pánico invadió su cuerpo y se detuvo a pensar durante un rato. Sabía que era el momento de afrontar el destino; entonces reunió su valor y cruzó la puerta que separaba la fantasía de la realidad.


Siete y media en punto, como lo previsto, el médico de guardia le
entregó los resultados. El resultado era de esperarse.

Analepsis y prolepsis

La Ilíada:

Prolepsis:

  1. “(…) ¡Insensato! No se le ocurrió que los dones de los dioses no
  pueden ser deshechos fácilmente por los hombres, ni siquiera ceder a su
  violencia. Así pues, no puedo atravesarlo la lanza de Eneas porque lo
  impidió la lámina de oro que el dios puso en el centro… (…)”
  2. “Así, animado de mucha vehemencia, suplicaba, ¡desgraciado!, sin
  sospechar que con sus palabras estaba pidiendo su propia muerte. (…)”

Analepsis:

  1. “(…) Porque no puedo olvidar que la muchacha que los aqueos me
  otorgaron como galardón, después de haberla conquistado con mi lanza, en una
  poderosa ciudad, me ha sido arrebatada por el rey Agamenón, que me ha
  tratado como si yo fuese mas que un pobre advenedizo. Pero dejemos ya las
  cosas pasadas, porque no es posible ni justo ni quiero guardar por más
  tiempo la cólera en mi corazón, aunque me había hecho el propósito de
  mantenerla hasta que el griterío y la batalla llegaran junto a mis navíos.
  (…)”.
  2. “¡Mirmidones! Que ninguno de vosotros se olvide de las amenazas que
  dirigíais a los troyanos desde las naves mientras  duró mi rencor, ni de las
  recriminaciones con que me abrumabais. Me decíais: ¡Implacable hijo de
  Peleo! ¡No perece sino que tu madre te haya alimentado con
  hiel!¡Despiadado!, que retienes a la fuerza con las naves a tus compañeros,
  que suspiran por el combate. ¿Qué hacemos aquí? Embarquémonos en los navíos
  y volvamos a la patria, ya que la funesta cólera anida en tu corazón. Así es
  como acostumbrabais a increparme en cuanto os reuníais. (…).”.



 La Odisea:

Prolepsis:
a) “La pulieron, y yo afilé el extremo del  venablo bajo el estiercol
abundantemente extendido por toda la caverna, y ordené a mis compañeros
sortearse para saber quiénes habían de levantarlo conmigo para hundirlo en
le ojo del cíclope cuando le hubiera tomado el dulce sueño..”

Analepsis:
  1. “Se acerco ella a su amo y se puso a lavarlo y vio al punto la señal
  que dejó un jabalí con su blanco colmillo una vez que el Parnaso corrió con
  los hijos de Autólico, de quien la madre de él era hija, y este héroe
  brillaba en hurtar y jurar, dones estos dados por Hermes, a quien, para
  tenerlo propicio, quemábale muslos de cabritos y ovejas, y el dios le
  asistía benévolo.”
  2. A partir del canto IX Odiseo comienza a contarle sus aventuras a los
  feacios. Esta regresión al pasado, que se extiende hasta el canto XIII,
  puede ser considerada una analepsis.


Analepsis, prolepsis.
Ab Ovo:

El 12 de octubre de 1999, Delia esperaba a su amante como todas las noches
en la puerta de su casa. Le llamaba la atención que ya siendo las once y
media de la noche el no llegara a buscarla. Últimamente se estaba retrasando
un poco, ya que antes solía ir a buscarla a las diez, mientras sus padres
dormían. Siempre le traía un ramo de flores o una caja de bombones y solían
ir al puerto a pasar parte de la noche. Pero estos últimos días las cosas no
eran como antes. Delia lo sentía distante, casi ausente, y solía pensar que
él la engañaba, pero pronto borraba esa idea de su mente. Ella no esperaba
lo que él le iba a contar esta noche, ni siquiera lo imaginaba; el pobre
moriría en pocas horas.

Ya eran las doce y él no llegaba, entonces comenzó a desesperarse. Tenía que
verlo porque debía contarle una noticia muy importante. No esperó más y
salió  a buscarlo.

Agarró sus cosas y salió sola por calles inundadas de la oscuridad de la
noche.

Caminó durante media hora y llegó al departamento donde vivía su amante.
Allí  lo encontró, tirado sobre su cama casi inconciente. Al verlo se
desesperó  y corrió a abrazarlo. Al instante intento llevarlo a un hospital
pero él se negó. Estaba casi inconciente y su mirada estaba perdida. Juntó
sus fuerzas y le contó a Delia de la enfermedad que lo estaba matando poco a
poco. Ya los médicos le habían dicho que le quedaban pocas horas de vida.
Delia al enterarse de esto derramó varias lagrimas; en unos segundos mas le
contaría de su embarazo, pero debía buscar la forma. Pocos segundos mas
tarde le contó que iba a ser padre, pero a el pareció no importarle. En
realidad si le importaba, pero ya estaba agonizando, sus músculos no
respondían y su corazón latía cada vez con menos fuerzas. La miró a los ojos
y no hizo falta decir mas nada. En ese momento murió. Delia no logró superar
su muerte y le aterrorizaba tener que cuidar de su hijo sola. Entonces secó
las pocas lágrimas que quedaban en sus ojos, tomó un cuchillo de la cocina y
terminó con su vida y la de su hijo.


In media res:

Eran las doce y él no llegaba. A ella le aterraba q le halla pasado algo,
entonces comenzó a desesperarse. Tenía que verlo, quería contarle de su
embarazo, pero no sabía que él iba a morir. Llevaba ocultándolo hace un mes
para que sus padres no se enteraran. Tuvo que hacerse sola los estudios, y
cuando descubrió que estaba esperando un hijo varias sensaciones corrieron
por su cuerpo.

Tomó sus cosas y salió en su búsqueda. Caminaba sola por la noche y miles de
cosas extrañas se le cruzaban por la cabeza. Decidió no pensar más y se dejó
llevar hasta terminar en el departamento de su amante. Recorrió varias
habitaciones hasta verlo tirado sobre su cama casi inconciente. Corrió a
abrazarlo e intentó llevarlo a un hospital, pero él la detuvo. Sus miradas
se perdieron una junto a la otra, pero él detuvo ese momento para hablar con
su mujer. Recobro fuerzas y le contó a ella que los médicos le
diagnosticaron solo algunas horas más de vida y que su enfermedad lo estaba
consumiendo. Delia no pudo contener sus lágrimas y luego de unos segundos le
contó que estaba embarazada. El se mantuvo distante ante la gran noticia,
pero todo por culpa de la agonía que ya no lo dejaba reaccionar. Pocos
segundos después murió. Delia no pudo superar la muerte de su amante y no
podía pensar que debía cuidar sola de su hijo. Entonces no dudó un segundo
mas, tomó un cuchillo de la cocina, se recostó junto a su amante y en ese
momento acabó con su vida y la de su hijo que descansaba en su vientre.

In extrema res:

Cuando Delia llegó a la casa de su amante ya era demasiado tarde. Lo vio
tirado en la cama, semiinconsciente y agonizando. Desesperada, se apuró a
darle la noticia de que ambos estaban esperando un hijo, y le explicó
brevemente los motivos por los cuales no le había contado antes. En ese
momento Delia se percató de que el amante estaba demacrado, con aspecto de
haber estado enfermo durante mucho tiempo. Y fue allí cuando comenzó a atar
cabos, y se dio cuenta de que, por culpa de estar encerrada y ensimismada durante
este último tiempo, había olvidado cuidar de su amante, y no fue capaz de
reconocer en él una enfermedad crónica.

Luego de haberse dado cuenta de la gravedad de la situación se imaginó en el
velorio de su amante, con toda su familia, llorando su ausencia; no pudo
evitar derramar unas lágrimas sobre su mejilla.

Conclusión:
Tanto la analepsis como prolepsis son recursos que podemos
utilizar cuando necesitamos hacer una reconstrucción de lo ocurrido o de lo
que va a suceder; sin embargo debemos utilizarlo teniendo en cuenta sus
complicaciones. Por su parte, ----- nos sirve para ordenar los hechos según
los queramos narrar y para generar distintas sensaciones en el lector, ya
sea de suspenso, misterio, ansiedad. Según el tipo de narración que
elijamos, seleccionamos y jerarquizamos los hechos en la historia que nos
convengan, es por este motivo que suprimimos algunas acciones de texto a
texto, ya que nos resultaban insignificantes y dificultaba la comprensión de
los mismos.

Peleas de trabajo

Ayer tuve que ir de vuelta al trabajo, lo que más me molestaba era tener que
ir a la oficina 114 a buscar los papeles porque solo la presencia de Eduardo
me perturbaba. Era la persona más arrogante de todas, todo en el me
molestaba. Su rigidez y su forma estricta de dirigir las cosas, no me daban
pie a equivocarme en nada. El solo hecho de ir a su oficina me fastidiaba.
De todas maneras fui a mi oficina y comencé a trabajar. Lamentablemente, en
más de una ocasión  me ví obligado a ir a la 114. Sin embargo, la situación
más desagradable se dio la primera vez que me dirigí hacia ella. Entré a la
oficina y noté la mirada de Eduardo clavada en mi espalda. Eso ya me puso de
mal humor. Tomé unos papeles de arriba del escritorio y me di vuelta para
volver a mi oficina. Al hacerlo, lo miré de reojo y lo noté muy enojado. Mi
enojo no se debía a su presencia, sino al saber que luego de irse de mi
oficina comenzaría a hablar pavadas sobre mí sin siquiera conocerme. Ya
nadie me trataba como antes, él había conseguido que toda la empresa
estuviera en mi contra y el malo de la 114 era yo. Si la gente creía eso no
era mi culpa, su arrogancia  y su mal modo hacía que nadie lo soportara.


Estaba harta de las situaciones que estos dos generaban. Eduardo no era tan
mala persona después de todo. Por suerte, Jorge tomó los papeles y se fue de
vuelta a su oficina, y mientras caminaba hacia mi lugar de trabajo sentía
que la mirada de Eduardo se iba alejando de mi y ya el temor se alejaba de
mi cuerpo.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Tipos de narrador

Modelo elegido:Todorov.

Narrador que sabe más:

“Después le volvió la alegría del ascenso, oyó a Delia repetir la receta del
licor de té, del licor de rosa... Hundió los dedos en la caja y comió dos,
tres bombones seguidos. Delia se sonreía como burlándose. Él se imaginaba
cosas, y fue temerosamente feliz. “El tercer novio”, pensó raramente.
“Decirle así: su tercer novio, pero vivo”.”
Julio Cortazar. Circe.

“Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera
molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano
izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los
últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las
imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida.
Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que
lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el
terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la
mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los
robles.”
Julio Cortazar. Continuidad de los parques.

Narrador que sabe menos:

“En un ejemplar del primer volumen de las *Mil y una noches *(Londres, 1840)
de Lane, que me consiguió mi querido amigo Paulino Keins, descubrimos el
manuscrito que ahora traduciré al castellano. La esmerada caligrafía -arte
que las máquinas de escribir nos están enseñando a perder- sugiere que fue
redactado por esa misma fecha. Lane prodigó, según se sabe, las extensas
notas explicativas.;”.
Jorge Luis Borges. El informe de Brodie.

“Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros
días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y
magos y les mandó a construir un laberinto tan perplejo y sutil que los
varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se
perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son
operaciones propias de Dios y no de los hombres.”
Jorge Luis Borges.Los dos reyes y los dos laberintos.


Narrador que sabe lo mismo:

“    La enfermera de la tarde se llama la señorita Cora, se lo pregunté a la
enfermera chiquita cuando me trajo el almuerzo; me dieron muy poco de comer
y de nuevo pastillas verdes y unas gotas con gusto a menta; me parece que
esas gotas hacen dormir porque se me caían las revistas de la mano y de
golpe estaba soñando con el colegio y que íbamos a un picnic con las chicas
del normal como el año pasado y bailábamos a la orilla de la pileta, era muy
divertido.”.
Julio Cortazar. Señorita Cora.

“A curarse. No escribiré el final de lo que había pensado en el concierto.
Anoche la sentí sufrir otra vez. Sé que allá me estarán pegando de nuevo. No
puedo evitar saberlo, pero basta de crónica. Si me hubiese limitado a dejar
constancia de eso por gusto, por desahogo... Era peor, un deseo de conocer
al ir releyendo; de encontrar claves en cada palabra tirada al papel después
de tantas noches. Como cuando pensé la plaza, el río roto y los ruidos, y
después... Pero no lo escribo, no lo escribiré ya nunca.”.
Julio Cortazar. Lejana.



Narrador que sabe más:

Un día a Lorenzo, un bichito de luz, se le quemó la lamparita con la cual
iluminaba sus noches. Así  que, un tanto triste por la pérdida, se
dirigió hacia una ferretería cercana a comprar otra.

El ferretero, al escuchar el pedido, se puso un tanto nervioso y le
lanzó una mirada cómplice al bichito y, por dentro, pensó si de verdad el
cliente quería conseguir las lamparitas que él traficaba de manera ilegal.
Lorenzo, sin embargo, no logró interpretar el significado de aquella mirada.
El ferretero le indicó que se dirigiera con él hacia el fondo del local,
donde había una pequeña puertita.

Lorenzo se asombró de que lo llevara para ese lugar, pero igualmente lo
acompañó.

Al abrir la puerta se vio un enorme galpón, lleno de lamparitas de luz. En
ese preciso momento Lorenzo se dio cuenta de que el ferretero pertenecía al
mercado negro de bombillas de bichitos de luz.

Narrador que sabe lo mismo:

Un día amanecí con dolor de cabeza, y no lograba entender por qué motivo me
dolía. Hasta que descubrí una enorme desgracia, que me entristeció mucho: mi
lamparita se había quemado. Eso es lo peor que le puede pasar a un bichito
de luz como yo.

Apurado, ante la vergüenza de no tener luz, me dirigí hacia la ferretería de
mi barrio. Desde un principio, en cuanto le hice el pedido,  el ferretero
que me atendió  se comportó de manera muy extraña. Me miraba raro y parecía
que ocultaba algo. Sin embargo, lo acompañé cuando me pidió  que fuera con
él al fondo del local. Llegamos a una puerta de pequeñas dimensiones. Desde
allí, ningún otro cliente podía vernos.

En ese momento fue cuando el ferretero abrió la puerta, y dejó ver un gran
galpón, con muchísimos estantes llenos de bombillas de luz diminutas, aptas
para nosotros. Es así como me di cuenta que el ferretero pertenecía al
mercado negro de lamparitas.

Narrador que sabe menos:

Un día me sucedió algo muy extraño. Estaba en una ferretería comprando cosas
para el trabajo, cuando entró  un bichito de luz, al cual se le había
quemado su lamparita, a pedir otra. El ferretero se comportó con dicho
cliente de manera muy extraña, y lo llevó hacia el fondo del local, en donde
se pierden de vista. Luego de unos minutos, el bichito sale de la ferretería
sin decir ni una palabra más. Yo sostengo la teoría de que el ferretero
vende droga.

Conclusión:
Es  un factor muy importante e influyente en el desarrollo de la historia el
tipo de narrador que la cuenta. En este ejemplo, el narrador que hubiéramos
elegido en caso de tener que narrarla de una sola manera, sería el que sabe
lo mismo, ya que mantiene al lector expectante, esperando entender cuál es
el misterio que oculta el ferretero. En el primer caso, sin embargo, se
detallan demasiados datos, que le quitan interés del lector por la obra. En
el último caso, el narrador no sabe lo suficiente como para que logremos
entender el sentido de la historia.
De todas maneras, depende de la historia y de otros factores, el tipo de
narrador que se elija, ya que todos pueden resultar adecuados de una u otra
manera.